Cuando alguien escucha la palabra «dieta» le vienen rápidamente asociaciones como pasar hambre, restricciones alimentarias, ensalada+plancha… y esto es algo que debemos conseguir romper de una vez por todas. Es por ello que a mi personalmente no me gusta hablar de dietas, sino de cambio de hábitos, de nueva forma de alimentación y de nuevo estilo de vida. Es la manera que tengo de transmitir que estar a dieta es un concepto erróneo, que la idea es cambiar para siempre, de este modo, será más fácil la adherencia y una vez conseguido el objetivo, no costará mantenerlo.
Si bien es cierto que para un objetivo de pérdida de peso necesitamos ingerir menos de lo que gastamos, esto no significa que debamos suprimir alimentos como el aguacate o los frutos secos, o que no podamos disfrutar de unas albóndigas o un guiso vegetal de nuestra madre. Es más, al inicio de mis tratamientos dietéticos, ni siquiera propongo contar gramos, priorizo la educación nutricional y si llega el momento, ya nos meteremos a mirar cantidades, porque a veces con 4 cambios ya se consigue el objetivo.
Finalmente, quiero hablar de la necesidad de una dieta. Para mi, la dieta que proporciono a mis pacientes son una «base de datos», como un recetario al que acudir cuando no saben qué cocinar. Pero en ningún caso pretendo que sea una pauta a seguir, algo que respetar al 100%, todo lo contrario. La idea es aprender a comer y saber modificar y afrontar los improvistos que pueden surgirnos en el día a día sin tener que seguir un papel y sentirse perdido al no poder cumplirlo.