Los disruptores endocrinos son compuestos químicos exógenos que pueden interferir con cualquier aspecto del sistema hormonal. Este sistema regula las funciones del organismo y es importante en todas las etapas de la vida. Al ser capaces de alterarlo, influyen en el desarrollo de enfermedades crónicas de elevada prevalencia mundial, como las enfermedades cardiovasculares. Estas enfermedades son multifactoriales, y los contaminantes serían una pieza más dentro del puzle plurietiológico que las caracteriza.
Algunos acceden al organismo a diario y son rápidamente excretados, mientras que otros se acumulan en el tejido graso durante mucho tiempo. Por ejemplo, el DDT (un plaguicida) se prohibió en 1972, pero si hoy lo medimos en la población, todos tendríamos alguna molécula derivada del DDT en nuestro cuerpo.
La dieta es la principal fuente de exposición para muchos disruptores endocrinos. Aunque reducir a 0 nuestra exposición a ellos no tendría sentido, las recomendaciones de alimentación más importantes para minimizarlos, son:
– Apostar por la agricultura y ganadería ecológica, priorizando los alimentos locales y temporada. Tienen menos plaguicidas y han sido expuestos a menos sustancias.
– Seguir una alimentación basada principalmente en alimentos de origen vegetal. Mejor que no vengan en lata o envases de plástico.
– Limitar el consumo de pescados grandes y longevos (Ej. Atún) en edad de desarrollo y, sobre todo, durante el embarazo y lactancia. Algunos contaminantes quedan acumulados en la grasa de estos animales.
– No reutilizar las botellas de plástico. Se ceden pequeñas partículas de la superficie al agua, sobre todo a altas temperaturas. Lo mejor es utilizar botellas de vidrio. Cada vez hay más modelos que podemos transportar y reutilizar.
– Y consumir la menor cantidad de ultraprocesados posible. Estos llevan siempre envolturas de plástico y en su procesamiento se añade una gran cantidad de compuestos.
